Anteayer en la sobremesa Claudia nos contaba lo bello que era estar en Europa, mirar hacia arriba, y no ver nada de cables. Que cosa inimaginable es para mí pensar en un paisaje despejado donde se puedan apreciar las estrellas y el firmamento. En fin, la intención no es devenir en cuestiones poéticas, pero sí en uno de los rasgos de nuestra civilización contemporánea: la contaminación visual.

Al caminar por una ciudad podemos encontrar sin dudas todo tipo de contaminación, entre ellas la contaminación visual no es menor. Vemos cientos de carteles de cada uno de los comercios, vemos afiches, en las paredes, publicidades en las paradas de los colectivos, gente que va y que viene, semáforos, luces, cables y más cables, nada más lejos de un espacio puro. Un bombardeo de mensajes que entran atropellandose por nuestros ojos para dejar unas cuantas ideas mezcladas en nuestra mente.

En algunos casos nos acostumbramos a esto, pero no por eso deja de ser contaminante ya que el cerebro no tiene capacidad para recibir tanta información y decodificar tantos mensajes al mismo tiempo, entoces se atiborra, se ofusca y las consecuencias son muchas. Posibles efectos colaterales: trastornos en la concentración, mal humor, caída de la eficiencia en el trabajo, dolores de cabeza...

Partimos de la base de que tenemos el derecho de vivir en un ambiente sano, como así lo dice el Art. 41 de la Constitución Nacional Argentina. Pero ya sabemos sobre lo difícil que es controlar ciertas cuestiones (difícil, no?). El tema se repite en las capitales y en muchas ciudades, desde Buenos Aires hasta en Rosario.La buena noticia para la ciudad de Rosario es que, bajo la campaña Rosario Más Limpia, que lleva adelante la Municipalidad, se reducirá la extensión de cableado aéreo en algunas calles céntricas, entre otras cosas para buscar mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Si te interesa podés sumarte al grupo en facebook. Lo interesante es participar para buscar los mejores resultados para todos, pensar en modificar nuestras acciones, cómo orientar de una manera más sana nuestros mensajes, publicitarios o no, y hasta quizás más saludable.

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